Un ardiente Andrés ofreció lo mejor de su repertorio ante un Orfeo repleto. Recordó a Mariano Ferreyra y comprobó cómo el pueblo cuartetero superó el desafío de la amargura.
Andrés Calamaro está fuera de registro en el show bizz. Es una rareza total, definitivamente. Es un entretenedor nato que volvió de los infiernos y que ahora, en el cénit de sus potencialidades expresivas, se permite divertir, sembrar conciencia, tomarse el pelo (con mucho hielo) y hacer grandes pasajes de un stand up comedy en los que pone a prueba la tolerancia de un soberano demasiado ansioso por escuchar "esas" canciones.
El jueves a la noche, ante un Orfeo repleto hasta en las butacas de los Vips añadidos para la Davis que no fue, no quedó nada que reprocharle al más singular de los solistas argentinos (y globales), como tampoco él tuvo margen para expresar "son más amargos que el fernet", tal como había amenazado en la previa. Él cumplió con un repertorio imbatible, el público cordobés con una entrega total. Así, superado el desafío de la amargura.
Claro que a este cultor de la editorial al instante no le cabe agotar todo en el ritual narciso de mostrar qué tan genial es. Y entonces puede cortar el mambo ritualista para exigir que se recuerde a Mariano Ferreyra, "el militante del Partido Obrero, de 23 años, muerto por balas misteriosas en los oscuros pasillos del Justicialismo". Un comment oportuno en un día heavy para esa nación que antes era bizcochuelo y hoy gelatina.
El jueves a la noche, ante un Orfeo repleto hasta en las butacas de los Vips añadidos para la Davis que no fue, no quedó nada que reprocharle al más singular de los solistas argentinos (y globales), como tampoco él tuvo margen para expresar "son más amargos que el fernet", tal como había amenazado en la previa. Él cumplió con un repertorio imbatible, el público cordobés con una entrega total. Así, superado el desafío de la amargura.
Claro que a este cultor de la editorial al instante no le cabe agotar todo en el ritual narciso de mostrar qué tan genial es. Y entonces puede cortar el mambo ritualista para exigir que se recuerde a Mariano Ferreyra, "el militante del Partido Obrero, de 23 años, muerto por balas misteriosas en los oscuros pasillos del Justicialismo". Un comment oportuno en un día heavy para esa nación que antes era bizcochuelo y hoy gelatina.
Al gran pueblo cuarteteroCalamaro afrontó su show anual con look sobrio y una vincha que lo dejó entre Keith Richards y Santana. Y una banda de respaldo más al hueso en relación a la de años anteriores: tres violas (la suya más las del binomio Diego García y Julián Kanevsky), bajo (Candy Caramelo), batería (Niño Bruno) y teclados (Tito Dávila). En los pasajes más rockeros, esa formación explota (El perro, Out put In put, Alta suciedad); en los más populares (cumbias como Las tres Marías y Tuyo siempre, rumbitas como Sin documentos), se mueve sinuosa y ganchera, permitiéndole al frontman percutir el cencerro para que uno se tiente con asociarlo al Miguel Abuelo del mítico show en el Ópera.
Hubo canciones de todos los momentos de la vida musical de Andrés. De Los Abuelos, Costumbres argentinas, Mil horas; de Los Rodríguez, Me estás atrapando otra vez, Canal 69, Todavía una canción de amor; de su obra solista, la lista fue interminable: El salmón, All U need is pop, Revolución turra, Flaca, Estadio azteca, Comida china, Mi gin tonic (previo permiso al pueblo fernetero), Carnaval de Brasil. También sonó Los chicos, con la consecuente proyección de imágenes de los grandes héroes musicales que partieron. Si no lloraste al ver a Pappo o al Potro Rodrigo, puede que seas marciano.
Imperdible el movimiento humorístico en torno a la potencial amargura comechingona. En ese marco, Calamaro recordó la hostilidad de los cordobeses para con Los Abuelos de la Nada en La Falda 82 (una causa que expiró gracias al amor que supo conseguir) y revisó ciertas referencias pintorescas como el laberinto de Los Cocos, el Cucú de Carlos Paz. Por ahí fue que alertó sobre el componente cordobés de Sumo, y le pidió a Luca Prodan y a Ale Sokol que le guarden "una nube por los servicios prestados". Redondeó todo con la siguiente alocución: "no sé si es un piropo o una ofensa, pero Córdoba es más Brasil que Argentina".
Hubo canciones de todos los momentos de la vida musical de Andrés. De Los Abuelos, Costumbres argentinas, Mil horas; de Los Rodríguez, Me estás atrapando otra vez, Canal 69, Todavía una canción de amor; de su obra solista, la lista fue interminable: El salmón, All U need is pop, Revolución turra, Flaca, Estadio azteca, Comida china, Mi gin tonic (previo permiso al pueblo fernetero), Carnaval de Brasil. También sonó Los chicos, con la consecuente proyección de imágenes de los grandes héroes musicales que partieron. Si no lloraste al ver a Pappo o al Potro Rodrigo, puede que seas marciano.
Imperdible el movimiento humorístico en torno a la potencial amargura comechingona. En ese marco, Calamaro recordó la hostilidad de los cordobeses para con Los Abuelos de la Nada en La Falda 82 (una causa que expiró gracias al amor que supo conseguir) y revisó ciertas referencias pintorescas como el laberinto de Los Cocos, el Cucú de Carlos Paz. Por ahí fue que alertó sobre el componente cordobés de Sumo, y le pidió a Luca Prodan y a Ale Sokol que le guarden "una nube por los servicios prestados". Redondeó todo con la siguiente alocución: "no sé si es un piropo o una ofensa, pero Córdoba es más Brasil que Argentina".
Como siempre, Andrés se permitió filtrar clásicos del rock universal como No woman no cry, de Marley, o Ruby tuesday, de los Stones, todo en un tono medio Escuela de rock. Pero ninguno resultó tan sentido y respetuoso como el Imagine, de Lennon, que llegó al final. Es una canción alguna vez acusada como irresponsable por cuanto pone a un millonario anhelando un mundo sin propiedad privada. Es evidente que Andrés la interpreta por el mensaje más que por las circunstancias de su composición. Después de todo, no sólo se asumió un hedonista ético sino que, alguna vez, se preguntó: "¿qué clásico de rico será el que no lleve, todo junto y en un puño, la siquis y el latido de su pueblo". El año que viene volverá a pasar. Pero más temprano. ¿Cosquín rock?
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