Hay discos esperados con particular deseo e inquietud, sobretodo si se trata de una banda joven, como El Bordo, que demostró potencial y un notorio crecimiento en el poker de álbumes, que fue despuntando a medida que transcurrieron estos auspiciosos primeros años de existencia.
Claro que madurar no es sólo escupir canciones a lo pavote, sino más bien arribar a un sonido original, llevando a añicos, el lastre que representan las influencias nacionales e internacionales de los músicos argentinos.
Este “Historias perdidas (Capítulo V)” es una justificación de por qué a la banda de los Kurz, le quedan chicos los recovecos que todavía tiene la generación post-Cromañón, para allanarse un camino propio; reemplazando las sanguíneas y barriales vías rengas y piojosas, a la que luego le estamparon su marca (”Siento”), para inyectar (más allá de que Ciro y Chizzo sean grossos en la suya) una experimentación novedosa con: cambios de tempo (”Desaparecer”), algo más volado, perturbador y tántrico como los Who (”Sueños de libertad”) y con riffs a lo Knoffler (”Buscando”) o The Edge (Donde vagan los sueños”), explotando arreglos dylanescos de harmónica (”Posesivo”, ”A dónde vas”), cuerdas y vientos en su plenitud. Pero además, El Bordo, no peca para nada de parcimonia artística. La voz lozana de Ale Kurz, continúa, en proceso de hacerse aguardentosa, aunque florece vivaz, en “Llueve en Buenos Aires”, el “Mañana en el Abasto” bordolino.
Las historias de este trabajo conceptual, con vetas de folk, están cotejadas con la veracidad cruda del testimonio de los desaparecidos de la dictadura militar, en cartas que cobran vida propia, en la lírica de El Bordo, ahora no tan rockeros (léase rock barrial) y sí más elaborados, en la búsqueda de un sonido propio, de una identidad.
Este “Historias perdidas (Capítulo V)” es una justificación de por qué a la banda de los Kurz, le quedan chicos los recovecos que todavía tiene la generación post-Cromañón, para allanarse un camino propio; reemplazando las sanguíneas y barriales vías rengas y piojosas, a la que luego le estamparon su marca (”Siento”), para inyectar (más allá de que Ciro y Chizzo sean grossos en la suya) una experimentación novedosa con: cambios de tempo (”Desaparecer”), algo más volado, perturbador y tántrico como los Who (”Sueños de libertad”) y con riffs a lo Knoffler (”Buscando”) o The Edge (Donde vagan los sueños”), explotando arreglos dylanescos de harmónica (”Posesivo”, ”A dónde vas”), cuerdas y vientos en su plenitud. Pero además, El Bordo, no peca para nada de parcimonia artística. La voz lozana de Ale Kurz, continúa, en proceso de hacerse aguardentosa, aunque florece vivaz, en “Llueve en Buenos Aires”, el “Mañana en el Abasto” bordolino.
Las historias de este trabajo conceptual, con vetas de folk, están cotejadas con la veracidad cruda del testimonio de los desaparecidos de la dictadura militar, en cartas que cobran vida propia, en la lírica de El Bordo, ahora no tan rockeros (léase rock barrial) y sí más elaborados, en la búsqueda de un sonido propio, de una identidad.
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